No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca.
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo...
(Fragmetos del poema "No te salves" de Mario Benedetti)
Hace
más de quince años Leonardo Boff publicó en el Jornal do Brasil, un
artículo con el título “Rejuvenecer como águilas”. Ya
comentábamos en anteriores entradas como una característica
esencial de la compasión es el coraje; lo contrario del miedo. Ese
coraje que nace del centro del corazón y vuela como con alas invisibles de la valentía hasta
el hermano más pequeño, más débil, más necesitado... En este contexto Boff nos recordaba un mito de la antigua cultura
mediterránea sobre el rejuvenecimiento real de las águilas ¿qué importancia podría tener para nosotros el compartir esto?
Que rejuvenecer
como un águila puede significar la entrega a Jesús de todo lo viejo en nosotros como son
los hábitos y las actitudes que no nos engrandecen; entregarle el querer tener
siempre la razón y la ventaja en todo, el descuido con uno mismo,
con la casa, con nuestro lenguaje, la falta de respeto con la
naturaleza, así como la falta de solidaridad con los necesitados,
próximos y distantes.
También puede significar tener el coraje de entregar nuestros miedos para volver a empezar y estar
siempre abiertos al cambio: abiertos a la acogida de nosotros mismos y de los otros. Atentos y abiertos al ver, escuchar, crecer y amar.
¿No podría ser esto nuestro compromiso, en el comenzar de cada día desde la invitación que nos brinda Jesús en cada Palabra del Evangelio? (Koinonía Mt 11, 18-30)
Caminamos en esperanza
L.C.R
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