“En los comienzos de la Congregación, hice un trato con
Dios. Le pedí que me ayudase en todas las necesidades temporales y que yo no
dejaría de ayudar a los pobres siempre que la ocasión se presentase y me fiaría
de Él. No desconfiaría de su bondad”.
Con esta hermosa y profunda frase de Santa Emilia vamos a
reflexionar una principal característica de dónde radica la alegría del Evangelio, en la -confianza- ¿de quién nos fiamos?
De sobra sabía de quien se fiaba, por eso ella se
abandonó en El. Ella creyó en la promesa e iniciativa de Dios Hb. 13, 5b “Nunca
te dejaré ni te abandonaré” ella, creyó en su Bondad Mt 6, 25-34 “…buscad
primeramente el reino de Dios y Su Justicia y todas esas cosas se os darán por
añadidura” Ella, comprendió que el ser cristiano no se limita a “no hacer el
mal” sino que irrefutablemente
requiere “hacer el bien en todo momento,
amar”.
Y como bien sabemos, cuando amamos no nos quedamos inmóviles
ante el sufrimiento de nuestro amado; sino que, corremos y nos desvivimos… ¡morimos por
nuestros padres, por nuestros maridos, por nuestros hijos…Esos son los prójimos
más cercanos que tenemos, pero, a lo
largo del día vemos pasar otros tantos próximos que sufren la falta de
alimento, la falta de dignidad, la falta justicia, la falta de vivienda, la
falta de trabajo, la falta de derechos y
que como cristianos no podemos quedar impasibles ante su dolor. Necesitamos
momentos de silencio, de oración, para escuchar a Dios que pasa por aquí.
Necesitamos, renovar nuestra fe para vivir en la alegría, en la esperanza, en
la paz; para dejar de pensar que soy cristiano porque no hago mal a nadie.
Necesitamos saber de quién nos fiamos y comenzar a fiarnos para poder mirar con
los ojos de Jesús, acoger con las manos de Jesús, escuchar con los oídos de
Jesús, conmovernos con el corazón de
Jesús y actuar con la compasión de Jesús
para así ser - cristiano-.
El Papa Francisco a finales de noviembre nos sorprendía con
la maravillosa Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium –La alegría del
Evangelio- con ella nos invitaba a la renovación de la fe que no es otra cosa
que el encuentro personal con Jesucristo y nos animaba diciendo “Al que
arriesga (su vida) el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso
hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba con los brazos abiertos”. Así lo creo
yo también Él no necesita grandes cosas de nosotros, el confía en que sigamos
dando pequeños pasos, tropecemos y volvamos a levantarnos para otro pequeño
paso. Si el que es Dios confía en nuestros pequeños pasos y no necesita nada
más “tu fe te ha salvado” acaso no vamos
a fiarnos de Él que nos ha dado pruebas más que suficientes.
Sigue Sus Huellas
L.C.R.
Mt. 5, 17-37 "¡No penséis que he venido a echar abajo la Ley ni los Profetas! No he venido a echar abajo, sino a dar cumplimiento" La Ley es el mínimo para cualquier persona pero "ser cristiano" es mucho más que ese mínimo, que ese cumplimiento de la Ley. La Ley es No hacer el mal, ahora la plenitud o el cumplimiento al que se refiere Jesús es Hacer el bien como el buen samaritano.
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