"No podemos dejar que otros hermanos carezcan de lo necesario mientras a nosotros nos sobran cosas"

viernes, 26 de julio de 2013

EL LLANTO SE HACE SONRISA EN SANTA EMILIA

“… Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados…”
A tí, que en esta vida lloras, por tantas cosas que quisieras cambiar.
A ti, te repite hombre las Palabras El Señor: 
A ti, alégrate y regocíjate.
Con Jesús el llanto no es para siempre (Cf.Salmo 30,5)
A Sta. María Emilia de Rodat desde pequeña le costaba tanto sonreír que su abuela, que la cuidaba, solía acercar su cara a la suya y no soltaba su barbilla hasta que le mostraba una sonrisa. Luego a lo largo de su vida tuvo una repetida y precaria salud, fueron años terribles de sequía espiritual, pero jamás desistió en abandonar la sonrisa de sentirse amada por Jesús.  
Fue por la fe, que supo encauzar su tristeza y llorando muchas veces por sus pecados encontró el ánimo para sonreír y hacer sonreír a los demás. 
En datos biográficos se narra que años después, tras fundar la Congregación de la Sagrada Familia, animó a una triste novicia, ofreciéndole su sonrisa todos los días cuando ésta cumplía su mandato de llevarle flores. Si, Sta. Emilia sonreía a la vida llorando sus pecados como María Magdalena... Su llanto nos hace caer en la cuenta que se llora cuando hay una causa, cuando algo nos ha afectado profundamente. Es como si el llanto pudiera medir la intensidad de esa causa, convirtiéndose y empujándonos en una nueva búsqueda, hacia un cambio.
La santa realmente continúa a lo largo de su vida en un constante buscar a Jesús. Así su llanto también nos habla como si de un certificado de amor se tratara; y claramente nos da la respuesta del por qué ella llora... Llora al tomar conciencia de las cosas que la apartan de Dios y de los demás, llora todo lo que hace daño a la persona por lo tanto a su amado Jesús. Indudablemente esto nos invita a pensar en cuáles son nuestros llantos y el por qué lloramos, cuáles son nuestras pérdidas y que sentimientos nos acompañan ¿por qué lloras? 
Tenemos el deber de cuidar nuestra conciencia, cuidar nuestro llanto; porque sabemos que al fin y al cabo actuamos según pensamos e irrefutablemente somos los que actuamos. Entre llantos y sonrisas seguimos en camino hacia nuevas búsquedas sabiendo que igual que ningún padre se conforma con la mediocridad de sus hijos, sino que desea que se desarrollen al máximo. Así Dios, nos da talentos que podemos hacerlos fructificar y convertirlos en regalos y sonrisas para los demás. Unidos a Él quedamos limpios del pecado; de la mediocridad, conformismo, egoísmo… Y podemos de nuevo vivir en nuestras vidas sembrando entre lágrimas las dos “S de Dios” soñar y sonreír.
Sigue Sus Huellas
L.C.R.

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